sábado, 7 de noviembre de 2009

Gervasio Sánchez gana el Premio Nacional de Fotografía 2009.



Foto: Sofía y Alia, Gervasio Sánchez.

"Es una gran sorpresa por ser la primera vez que se valora a un fotoperiodista. Y es un orgullo sobre todo cuando en los medios se valora tan poco la fotografía de prensa. Mi apuesta ha sido por trabajar en zonas de conflicto y asumir una serie de riesgos a lo largo de los últimos 25 años, en los que se van quedando una larga lista de compañeros muertos en esos lugares", dice el periodista en conversación telefónica y lista los nombres de periodistas fallecidos mientras realizaban su labor en zonas de guerra -Juantxu Rodríguez, Ricardo Ortega, Miguel Gil o Julio Fuentes. 

Si quereis saber más sobre la noticia, la trayectoria de Gervasio Sánchez, o que tipo de profesionales integran el jurado del premio nacional de fotografía, aquí teneis el enlace sobre la noticia. 

Como se comenta en el artículo que enlazo, este premio no es el primero que obtiene este fotoperiodista, galardonado con múltiples premios, aunque si, uno de los más importantes. Consultando diferentes fuentes para realizar este artículo, he encontrado un fragmento del discurso que pronunció cuando le concedieron el premio Ortega y Gasset de fotografía 2008, por su trabajo Vidas minadas, y por su fotografía Sofía y Alia,  frente a diferentes personalidades (entre ellos políticos de todo pelaje) denunciando la exportación de armas españolas. Me parece un texto muy interesante y  creo puede ayudar a hacernos un  "retrato sicológico" de este profesional, que por lo que a mi respecta no conozco muy bien, y a lo que espero poner remedio.

Señoras y señores, aunque sólo tengo un hijo natural, Diego Sánchez, puedo decir que como Martín Luther King, el gran soñador afroamericano asesinado hace 40 años, también tengo otros cuatro hijos víctimas de las minas antipersonas: la mozambiqueña Sofia Elface Fumo, a la que ustedes han conocido junto a su hija Alia en la imagen premiada, que concentra todo el dolor de las víctimas, pero también la belleza de la vida y, sobre todo, la incansable lucha por la supervivencia y la dignidad de las víctimas, el camboyano Sokheurm Man, el bosnio Adis Smajic y la pequeña colombiana Mónica Paola Ojeda, que se quedó ciega tras ser víctima de una explosión a los ocho años.


Sí, son mis cuatro hijos adoptivos a los que he visto al borde de la muerte, he visto llorar, gritar de dolor, crecer, enamorarse, tener hijos, llegar a la universidad.
Les aseguro que no hay nada más bello en el mundo que ver a una víctima de la guerra perseguir la felicidad.

Es verdad que la guerra funde nuestras mentes y nos roba los sueños, como se dice en la película Cuentos de la luna pálida de Kenji Mizoguchi.

Es verdad que las armas que circulan por los campos de batalla suelen fabricarse en países desarrollados como el nuestro, que fue un gran exportador de minas en el pasado y que hoy dedica muy poco esfuerzo a la ayuda a las víctimas de la minas y al desminado.

Es verdad que todos los gobiernos españoles desde el inicio de la transición encabezados por los presidentes Adolfo Suarez, Leopoldo Calvo Sotelo, Felipe González, José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero permitieron y permiten las ventas de armas españolas a países con conflictos internos o guerras abiertas.

Es verdad que en la anterior legislatura se ha duplicado la venta de armas españolas al mismo tiempo que el presidente incidía en su mensaje contra la guerra y que hoy fabriquemos cuatro tipos distintos de bombas de racimo cuyo comportamiento en el terreno es similar al de las minas antipersonas.

Es verdad que me siento escandalizado cada vez que me topo con armas españolas en los olvidados campos de batalla del tercer mundo y que me avergüenzo de mis representantes políticos.

Pero como Martin Luther King me quiero negar a creer que el banco de la justicia está en quiebra, y como él, yo también tengo un sueño: que, por fin, un presidente de un gobierno español tenga las agallas suficientes para poner fin al silencioso mercadeo de armas que convierte a nuestro país, nos guste o no, en un exportador de la muerte.

Muchas gracias.

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